miércoles, junio 28, 2017

"Por Dentro y por Fuera"



“El árbol se conoce por sus frutos”
“Ustedes los reconocerán por sus frutos”. 
 (Mateo 7:16)

He visto a través de mi experiencia que muchas veces las personas son muy parecidas interiormente y exteriormente. Es decir, que sus hechos muestran lo que su corazón siente. Si alguien está malhumorado y juzga a la primera de cambio, es muy probable que esta persona se vea a si misma del mismo modo.

Yo trato de mantener este punto de vista cuando trato con personas difíciles, las que son super-criticonas y las negativas. Estas actitudes no son ciertamente para dar buenos frutos. Más aun, probablemente son muy duras con ellas mismas.

Posiblemente tendrán un proceso largo para encontrar la compasión y el perdón para ellas mismas. Los frutos del mal humor emergen de la falta de felicidad y paz en su alma.

El Evangelio de hoy nos invita a reconocer nuestras irritaciones con compasión y ver que la oportunidad de dar frutos buenos está a la puerta del corazón. 

Oremos, pues, para responder a la invitación de Jesús a mejorar en la cosecha de frutos abundantes, para así, alcanzar la paz de Dios en nuestras vidas atormentadas a causa de permitir frutos malos en el vivir cotidiano.

¿Cuáles son los frutos buenos de mi árbol?
¿Qué frutos malos debo arrancar de mi corazón?   

 ©Lupita Vital C.
vital@dsj.org

viernes, junio 09, 2017

"La Trinidad"



¡No Estamos Solos!

“Entonces el Señor bajó en una nube y estuvo allí con Moisés, y pronunció su propio nombre”.
(Éxodo 34:5).

En la Solemnidad de la Santísima Trinidad, escucharemos en las lecturas dominicales sobre el hermoso misterio de la presencia divina de las tres personas.  Para entender con los ojos de la fe este gran misterio de la Trinidad, en espíritu de oración y recojimiento,  reflexionemos, en la primera lectura del Éxodo.

 Moisés tenía que ir  solo al  Monte Sinaí, nadie podía ir con él, tampoco debía haber cerca ovejas o vacas pastando alrededor del monte.  (Éxodo 34:3). ¿Dónde debía estar Moisés? Debía subir a lo más alto del monte, tempranito en la mañana.  Imagínate la escena; quizá había neblina, quizá hacia frio, o tal vez era una mañana clara, donde todo alrededor se podía distinguir.

Moisés, solo podía ver un poquito más allá… Pero, de pronto se dio cuenta que él no estaba solo, escucho que alguien mencionaba su nombre.  “Entonces el Señor bajó en una nube y estuvo allí con Moisés, y pronuncio su propio nombre”. (Éxodo34: 5). Al escuchar su nombre,  agitado por lo oculto de la presencia que no se veía, escucho su nombre.  La voz tenia tanto poder que Moisés instintivamente  se postro en tierra y lo alabo. (Éxodo 34:8).

Entonces, el escuchó la representación más sorprendente de la misteriosa presencia.  La descripción de está presencia instantáneamente disipó el miedo y lo dejó atónito en su fe.  

Ahora, este Domingo de la Santísima Trinidad, nos toca  escuchar en las lecturas al igual que Moisés, la belleza de la misericordia de Dios en nuestra vida por medio de la Trinidad.

“¡El Señor! ¡El Señor! ¡El Señor! ¡Dios tierno y compasivo; paciente y grande en amor y verdad!  (Éxodo 34:6).¿Estamos listos?

Oremos...
Gloria al Padre, Gloria al Hijo y Gloria al Espíritu Santo...
Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos.
AMEN

San Pablo lo lo dice así: "Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la participación del Espíritu Santo estén con todos ustedes". ( 2 de Corintios 13:13).




Para reflexionar durante la semana.

¿A qué hora del día te encuentras con el Señor?

¿Has experimentado subir al monte para orar?

¿Cuáles otros personajes de la Biblia se han encontrado con Dios Temprano en la mañana? 

¿Cuales personajes en la historia se han encontrado con Dios por la mañana? 

¿Qué experiencia tienes de Dios Trino?

©Lupita Vital C.
vital@dsj.org

jueves, junio 08, 2017

¡La LLama Interior!



¡El Espíritu Santo como Llama Interior de Dios en Nuestra Vida¡

El Espíritu Santo, es la hermosa herencia que Jesús nos ha dejado  a lo largo de más de dos mil años. “Jesús les volvió a decir: ¡La paz este con ustedes! Como el Padre me envió a mí, así los envió yo también. Dicho esto, soplo sobre ellos y les dijo: Reciban el Espíritu Santo.” (Juan 19:20-21).
Me imagino, que cada uno de nosotros hemos tenido la oportunidad de pasar por trances difíciles en la vida, por mi parte les comparto que  a lo largo de mi ministerio los momentos más fuertes han sido  cuando he tenido que hacer servicios de funerales con niños, jóvenes que han muerto por violencia o en accidentes, y claro por supuesto, de nuestros seres queridos. En esos momentos se piensa que no lo podremos hacer las emociones se agolpan en nuestro corazón y los sentimientos brotan en el llanto o desconsuelo. Pero es en ese preciso momento que el Espirita de Dios trabaja en nosotros. 
¿Ha experimentado esto en su vida? 

¿Puede describir de qué forma el Espíritu de Dios le dio fuerzas para salir adelante? 
Su fuerza, llega y nos mueve tal como lo hizo con sus apóstoles y discípulos en Pentecostés. El espíritu Santo nos reúne, conforta y da fortaleza para que sigamos con nuestra vida de fe. Nada nos puede apartar del amor de Cristo, de la confianza que ha depositado en cada uno de sus seguidores. El Espíritu Santo nos llena de fuego, haciendo de nosotros  constructores del Reino de Dios. 

Fijémonos, como la Sagrada Escritura menciona a  personas que fueron llamadas por Dios para algo especial en su vida. A nosotros se nos llama ahora. Analicemos las fiestas de las que la Escritura nos menciona.

El 29 de junio, fiesta de San Pedro y San Pablo, se narra la manera en que el Señor Jesús llamó a San Pedro como roca de  la Iglesia donde será construida. (Mateo 16:18) En la vigilia de esa misma fiesta San Pablo describe su llamado a ser apóstol de los gentiles. (Gálatas 1:15-17). San Juan Bautista será llamado para preparar el camino del Señor. (Lucas 1:17).
 
Con seguridad, pensamos que fue fácil para estos gigantes que dieron su vida al servicio del Señor. Sin embargo, esto no debe de intimidarnos, porque San Lucas nos describe la escena de Pentecostés en los Hechos de los Apóstoles (2:1-11). Esto nos afirma que no solamente Pedro, Pablo y Juan fueron llamados sino también nosotros en el ahora de nuestra vida. 

Lo que ahora, nos toca es hacer florecer los dones personales que el Espíritu Santo nos ha dado, y a la vez pedir los que nos hacen falta para seguir dando la Misericordia de Dios que ya existe en nosotros. La venida del Espíritu Santo  en el primer Pentecostés no es cosa del pasado. El Espíritu Santo nos muestra ahora los modos nuevos de construir la Iglesia. Todo debe ser nuevo ---nueva evangelización, nueva la catequesis, nueva la enseñanza social de la iglesia, nueva la liturgia---Pero, lo más importante nuevos nosotros  en el Espíritu y Misericordia. 

¿Dónde necesitamos ser nuevos en nuestras acciones? 
¡Pidamos al Espíritu Santo que nos llene de Misericordia por medio de sus siete Dones!
San Pablo  nos lo recuerda en la carta a los Gálatas. “Hermanos, que la gracia de Cristo Jesús, nuestro Señor, este con su espíritu. Amén.” (Gálatas 6:18).

¡Que el Espíritu de Pentecostés sea presencia viva en nuestra vida!



©Lupita Vital C.
vital@dsj.org