sábado, febrero 09, 2008

Primer Domingo de Cuaresma (Ciclo A)

por
Lupita Vital Cruz




¡Señor, lléname con el aliento de Tú Santo Espíritu! (Mateo 4,1-11)
Cuando hemos tenido la oportunidad de ver nacer a los niños(as) nos llevamos tremenda sorpresa de ver que al salir del vientre materno el color de su piel está algo obscura. No tienen el color rosadito que les vemos horas después de nacidos. Su color cambia cuando empiezan a tomar aliento a la nueva vida. Se llega a la conclusión de que el aire es un elemento vital para adquirir color.

Algo parecido pasa con nuestra experiencia en la vida espiritual. Si detenemos el aliento y no dejamos respirar el Espíritu de Dios en nosotros truncaremos de tajo el movimiento de la gracia que ya existe en nosotros por nuestro bautismo. Nuestro deber es darle color a la vida espiritual para que podamos respirar.

En el Evangelio de este primer domingo de Cuaresma, vemos que las tentaciones tratan de afectar la misión a la que estaba llamado Jesús. San Mateo nos ayuda a entender este llamado haciendo de su relato un tema teológico muy fuerte y de gran valor. Lo que debemos de ver es como el Espíritu mueve a Jesús y lo guía hasta el desierto, para preparase a su misión de llevar a cabo el Reino de Dios a toda creatura. Y las tentaciones no tienen cabida en Jesús que busca a su Padre que lo fortalece.

En el desierto es donde Jesús tiene un gran encuentro con Dios que lo fortalece y acompaña en los momentos más críticos de su vida terrena. Pero a nosotros ¿Qué nos dice todo esto? ¿Qué podemos aprender y llevar a cabo en nuestra vida de esta experiencia de Jesús?

Creo que varias cosas, la primera es que a Dios no se le pone a prueba, la tentación es desafiar a Dios. La segunda es ver como Jesús conoce la Sagrada Escritura y vive la fidelidad y la comunión con su Padre de tal forma que no sucumbe en la tentación, y lo que es lo más importante para nosotros es dejar que el Espíritu de Dios nos guíe al desierto de nuestro corazón en esta Cuaresma y en nuestra vida, para darnos cuenta que nuestro Padre Dios nunca nos abandonará y estará con nosotros en las buenas y en las malas. Entonces cabe preguntarnos ¿Cómo viviremos esta Cuaresma después de haber escuchado el Evangelio?

Confíemos en Jesús que sabe de nuestras inclinaciones torcidas y pidamos que nos vea con compasión. Somos pecadores, necesitamos redención. ¡Ven, Señor y se parte de nuestra vida!