Por
©Lupita Vital Cruz
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Todos sabemos que en Roma en las catacumbas, en las sepulturas de los primeros cristianos, se ve a menudo escrita la siguiente frase. “Vive en Dios” que es una hermosa frase para expresar nuestros sentimientos de amor ante la tumba de un ser querido que ha partido al cielo. No sabemos nada de la vida que existe después de la muerte. Pero lo que si sabemos es que nuestra fe va más allá de lo desconocido y que los brazos de nuestro Padre Dios nos acogerán para siempre. (Lucas 15:11-31 parábola del Hijo Pródigo).
No cabe la menor duda, de que esta es nuestra fe y nuestra esperanza. Más allá de todo lo que vivimos en este mundo, más allá de la terrible experiencia de la ruptura de la muerte, todas las personas estamos llamadas a compartir una vida plena y definitiva. La misma vida de Dios. “Pues Dios no nos ha destinado a la condenación, sino a que hagamos nuestra la salvación por Cristo Jesús, nuestro Señor. El murió por nosotros, para que sea, que nos halle despiertos o descansando, entremos junto con él en la vida.
En está celebración del Día de todos los Santos y de los Fieles Difuntos, debemos de unir nuestra acción de gracias y peticiones junto con el Señor Jesús, que nos amó hasta la muerte cruel de la cruz, y ahora resucitado de entre los muertos como nos lo dice el credo de nuestra fe, nos llama a seguir su mismo camino, en este mundo y en el cielo.
Nada ni nadie nos puede evitar el dolor de la muerte. Nuestra fe tampoco lo puede hacer, cuando muere un ser querido se nos rompe el alma todo se vuelve luto y desolación. Lloramos sin consuelo y pensamos que todo a acabado. Y a veces cuando la muerte llega inesperadamente en accidentes, o muertes trágicas, podemos llegar a dudar de la existencia de Dios.
Pero debemos de recordar las palabras de Jesús en la cruz. “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Marcos15:34). Pero la realidad es que Dios no abandona a ninguno de sus hijos(as), y aunque a veces en la vida todo parezca oscuro, su luz está al final del camino y en los acontecimientos de nuestra vida. Muchos de nosotros queremos saber sobre la vida eterna, y poco sabemos.
Ya desde la época de San Pablo le hacían la siguiente pregunta. ¿Con qué cuerpo vamos a resucitar? ¿Cómo resurgen los muertos? ¿Con qué clase de cuerpo vuelven?
La respuesta de San Pablo es la siguiente. ¡Necio! nos dice, lo que tú siembras debe morir para reobrar la vida. Y nos da la siguiente explicación sobre el cuerpo. El resplandor de los cuerpos celestes, no tiene nada que ver con el resplandor de los cuerpos terrestres. También el resplandor del sol es muy diferente del resplandor de la luna y las estrellas, el brillo de una estrella difiere del brillo de otra.
Y San Pablo nos explica lo que ocurre con las personas que mueren. Nos dice lo siguiente. "Lo mismo ocurre con la resurrección de los muertos. Se siembra un cuerpo en descomposición, y resucita incorruptible. Se siembra como cosa despreciable, y resucita para la gloria. Se siembra un cuerpo impotente, y resucita lleno de vigor. Se siembra un cuerpo animal, y despierta un cuerpo espiritual. Pues si los cuerpos con vida animal son una realidad, también lo son los cuerpos espirituales." (1 de Corintios 15:35-44).
Pero. ¿Nosotros qué pensamos de la muerte? ¿Creemos realmente que resucitaremos? ¿dónde realmente están nuestros seres queridos que ya se han ido? ¿qué piensan los jóvenes al respecto?
San Pablo ya nos ha contestado algunas dudas. Ahora veamos que nos dice el Señor Jesús al respecto. “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá.” Y también nos confirma que. “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.” (Juan 11:25; 6:54). Por lo tanto si nosotros comulgamos su Cuerpo Y Sangre en la Eucaristía, no debemos dudar que desde ahora estamos compartiendo su vida divina y en la muerte lo haremos para siempre.
¿Qué tan frecuente no acercamos a recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor? ¿Lo hacemos con el debido respeto que merece?
El Señor Jesús nos sigue explicando. “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no camina en las tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (Juan 8:12). Nuestro reto es que nosotros vivamos en la luz de Cristo desde ahora, y con la esperanza de que el día que Cristo nos visite sea para siempre el vivir en esa luz. Esta es nuestra fe, esto es lo que en el dolor de perder a nuestros seres queridos nos da paz, fortaleza y confianza. Nosotros confiamos y esperamos que todos los Fieles Difuntos que vivieron en esa esperanza y fe ahora gocen en el cielo de la presencia de Dios junto con los ángeles y los santos.
Por todo eso es que elevamos nuestras plegarias al Señor en este día tan memorable, el día de los recuerdos el día del regocijo el día de la confianza. Si, porque ellos y ellas están con Dios para siempre. En este día también rezamos por todos nosotros para que un día estemos también con Dios, con la Virgen María, los ángeles y los santos alabándolo y gozando de su luz para siempre.
Oremos con el Prefacio de los Difuntos:
En Cristo brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección;
y así, aunque la certeza de morir nos entristece,
nos consuela la promesa de la futura inmortalidad.
Porque la vida de los que en ti creemos, Señor,
no termina, se transforma;
y, al deshacerse nuestra morada terrenal,
adquirimos una mansión eterna en el cielo.
Espero, que los cristianos del mundo entero nos regocijemos con esta esperanza de que nuestra fe y confianza en las promesas del Señor aumenten. Que el Día de todos los Santos y Fieles Difuntos nos haga crecer en el amor de unos para con los otros.
Deseo que esta celebración no quede solamente en poner flores, comida, y fotos en los altares y en las tumbas del cementerio, sino que de verdad todo esto nos lleve a alabar al Señor junto con nuestros seres queridos que están en la eternidad gozando de su luz para siempre.
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