¡La LLama Interior!
¡El Espíritu Santo como Llama
Interior de Dios en Nuestra Vida¡
El Espíritu Santo, es la hermosa herencia que Jesús
nos ha dejado a lo largo de más de dos
mil años. “Jesús les volvió a decir: ¡La paz este con ustedes! Como el Padre
me envió a mí, así los envió yo también. Dicho esto, soplo sobre ellos y les
dijo: Reciban el Espíritu Santo.” (Juan 19:20-21).
Me imagino, que cada uno de nosotros hemos
tenido la oportunidad de pasar por trances difíciles en la vida, por mi parte
les comparto que a lo largo de mi
ministerio los momentos más fuertes han sido
cuando he tenido que hacer servicios de funerales con niños, jóvenes que
han muerto por violencia o en accidentes, y claro por supuesto, de nuestros
seres queridos. En esos momentos se piensa que no lo podremos hacer las
emociones se agolpan en nuestro corazón y los sentimientos brotan en el llanto
o desconsuelo. Pero es en ese preciso momento que el Espirita de Dios trabaja
en nosotros.
¿Ha
experimentado esto en su vida?
¿Puede
describir de qué forma el Espíritu de Dios le dio fuerzas para salir adelante?
Su fuerza, llega y nos mueve tal como lo hizo
con sus apóstoles y discípulos en Pentecostés. El espíritu Santo nos reúne,
conforta y da fortaleza para que sigamos con nuestra vida de fe. Nada nos puede
apartar del amor de Cristo, de la confianza que ha depositado en cada uno
de sus seguidores. El Espíritu Santo nos llena de fuego, haciendo de nosotros constructores del Reino de Dios.
Fijémonos, como la Sagrada Escritura menciona
a personas que fueron llamadas por Dios
para algo especial en su vida. A nosotros se nos llama ahora. Analicemos las
fiestas de las que la Escritura nos menciona.
El 29 de junio, fiesta de San Pedro y San Pablo, se narra la manera en que el Señor Jesús llamó a San Pedro como roca de la Iglesia donde será construida. (Mateo 16:18) En la vigilia de esa misma fiesta San Pablo describe su llamado a ser apóstol de los gentiles. (Gálatas 1:15-17). San Juan Bautista será llamado para preparar el camino del Señor. (Lucas 1:17).
El 29 de junio, fiesta de San Pedro y San Pablo, se narra la manera en que el Señor Jesús llamó a San Pedro como roca de la Iglesia donde será construida. (Mateo 16:18) En la vigilia de esa misma fiesta San Pablo describe su llamado a ser apóstol de los gentiles. (Gálatas 1:15-17). San Juan Bautista será llamado para preparar el camino del Señor. (Lucas 1:17).
Con seguridad, pensamos que fue fácil para
estos gigantes que dieron su vida al servicio del Señor. Sin embargo, esto no
debe de intimidarnos, porque San Lucas nos describe la escena de Pentecostés en
los Hechos de los Apóstoles (2:1-11). Esto
nos afirma que no solamente Pedro, Pablo y Juan fueron llamados sino también
nosotros en el ahora de nuestra vida.
Lo que ahora, nos toca es hacer
florecer los dones personales que el Espíritu Santo nos ha dado, y a la
vez pedir los que nos hacen falta para seguir dando la Misericordia de Dios que
ya existe en nosotros. La venida del Espíritu Santo en el primer Pentecostés no es cosa del
pasado. El Espíritu Santo nos muestra ahora los modos nuevos de construir la
Iglesia. Todo debe ser nuevo ---nueva evangelización, nueva la catequesis,
nueva la enseñanza social de la iglesia, nueva la liturgia---Pero, lo más
importante nuevos nosotros en el
Espíritu y Misericordia.
¿Dónde necesitamos ser nuevos en
nuestras acciones?
¡Pidamos al Espíritu Santo que nos
llene de Misericordia por medio de sus siete Dones!
San Pablo nos lo recuerda en la carta a los Gálatas. “Hermanos, que la gracia de Cristo Jesús,
nuestro Señor, este con su espíritu. Amén.” (Gálatas 6:18).
¡Que el Espíritu de Pentecostés sea presencia viva en
nuestra vida!
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