miércoles, abril 19, 2017

OCTAVA DE PASCUA



¡Corre Pedro, corre Juan que el Señor ha Resucitado!

                                                                          (Juan 20,1-18)
Por Lupita Vital Cruz

Con el dolor, el ser humano por lo regular se desconcierta, su mente se turba y el corazón se perturba por tantos sentimientos encontrados. Por lo tanto se pierde el control y se entra en un estado emocional crítico. Todo se ve oscuro y el pensamiento es un manojo de contrariedades. Actualmente a esta situación se le llamamos crisis o estado de tensión.

Los discípulos y discípulas de Jesús, vivieron este estado emocional. ¿Pero quién no lo iba a vivir ante la muerte tan escandalosa de su joven Maestro? No, no era posible que Jesús hubiera muerto, así tan rápido, sin un juicio justo, todo aprisa sin consideración ninguna. ¡Que terrible noche de dolor y pena! Les habían arrebatado de golpe la vida a su Maestro. Y esto no se vale.

Y se repite lo mismo entonces y ahora, cuando la persona esta turbada tiene miedo, y lo único que desea es desaparecer, no quiere ver a nadie pierde su valor y deja de funcionar normalmente. El abismo es tan grande que no se ve la salida. Todas las personas han experimentado, la pérdida de un ser querido. Por lo tanto se entiende muy bien el estado emocional de los/las amigos(as) de Jesús.

En tales circunstancias, siempre hay una persona que ve más allá y sale adelante. María Magdalena, sin buscar quién la acompañe y a toda prisa sale al encuentro de la tumba de Jesús. ¡Total no tenía ya nada que perder! Pero, que sorpresa, encontró la tumba vacía. Encontrar el sepulcro sin el cuerpo de Jesús no era buena noticia. Imagínate, primero la muerte tan aparatosa y ahora se habían robado el cuerpo. Así que María Magdalena regreso a dar la terrible noticia a los ya desalentados discípulos(as). Todo sucedió de madrugada, nos podemos imaginar la desesperación con la cual los amigos(as), de Jesús deseaban que amaneciera.

La mañana llego, gloriosa, brillante y hermosa. La Resurrección, el poder y la presencia amorosa de Dios se hicieron presentes en todo su esplendor. María Magdalena que amaba tanto a Jesús, fue la primera persona que tuvo esta maravillosa experiencia de descubrir que su Señor estaba vivo y creyó. Valió la pena salir corriendo y encontrar a Jesús. Creo que se decía la Magdalena para sus adentros.

Para las primeras comunidades cristianas, la Resurrección fue más que un milagro. Su Señor que había sido crucificado y puesto en una tumba, los confrontó como un Dios vivo y los retó a salir de su miedo.

En está Pascua, debemos hacernos las siguientes preguntas y contestarlas desde el corazón:

¿En estos tiempos de qué forma nos invita Jesús a resucitar y dejar todo lo que nos evita ver la luz?

¿Es nuestra forma de vida como la de María Magdalena que deja sus miedos y corre al encuentro de Jesús?

¿Qué mujeres te han ayudado en la vida a encontrar a Jesús, como lo hizo María Magdalena?

Todas las personas, estamos llamadas a correr al encuentro de Jesús. Por lo tanto, seamos como la valiente María Magdalena que no le importo la hora ni la oscuridad ni mucho menos su turbación. Por el contrario se lanzó al encuentro de Jesús…y su sorpresa fue verlo Resucitado.

En este tiempo, tan deshumanizado, donde la sociedad se ve envuelta en la violencia constantemente, giremos nuestro corazón hacia la tumba vacía y encontraremos la invitación de Jesús a luchar por la paz y la justicia, solo ahí encontraremos la luz del Resucitado.

Lupita Vital cruz
Directora del Apostolado Hispano
vital@dsj.org